viernes, enero 12, 2018

Dos de Esteban Fernández: LA BASURA EN CUBA y RAÚL, EL COMANDANTE BUENO.

LA BASURA EN CUBA

Por Esteban Fernández
11 de enero de 1018


Una de las cosas increíbles y absurdas de la Cuba castrista es la basura tirada a todo lo largo y ancho de la Isla.

Ah, pero -déjenme rectificar- no está en todas partes. Está estancada donde viven los cubanos humildes, porque no se ve en los lugares exclusivos para turistas y visitantes.

¿A quiénes que no sean unos tremendísimos hijos de putas se le ocurre permitir que nuestros compatriotas vivan entre los escombros mientras a los visitantes no les llega ni la más leve peste?

Me parece que uno de los empleos más penosos en Cuba debe ser el de “basurero”, por lo triste que debe ser el de recoger la porquería exclusivamente ante los hoteles de lujos, en las “zonas dólar” y hacerse de la vista gorda donde viven sus familiares y amigos en los barrios marginados, y en los pueblos del interior de la República.

Claro que culpamos a la infame tiranía por esto, pero yo me pregunto ¿Por qué los cubanos, en los diferentes puntos del país, no se juntan en cuadrillas y dedican horas a recoger y limpiar la inmundicia que- si ya no están acostumbrados- debe ahogarlos?

No, la gente le pasa por al lado a la mierda como si no existiera, de la misma manera que ignoran cuando públicamente le entran a patadas a las Damas de Blanco, y a todo el que proteste.

¿Saben ustedes o imaginan cuanto tiempo le llevaría a los cubanos que regresaran a una Cuba libre barrer, limpiar y quemar, todos esos desechos? Bueno, con los deseos que tenemos todos de adecentar aquel país, creo que menos de una semana.

A veces me parece que en un país de tantos millones de habitantes existen muy pocos que escogen el empleo de basurero, creo que en Cuba por cada basurero hay mil chivatos.

¡Qué diferencia con el gran país donde yo vivo! a mi casa llega religiosamente el camión de la basura los miércoles, y llega más o menos a la misma hora, si se demora un poco ya comienzo a preocuparme y me entra la matraquilla de preguntar a cada rato: “Oye ¿Qué sucederá que no acaba de pasar el camión de la basura?”

Claro, esta es la nación de la higiene y la limpieza, pero ustedes saben que lo mismo sucedía en la Cuba de los años 50’s donde existía la pulcritud y donde jamás vi a nadie tirar los desperdicios para las calles.

Un día yo puse un viejo y destartalado sofá en la acera al frente de mi casa y recibí como 20 regaños de los vecinos de la cuadra entera donde yo vivo, hasta los bomberos me llamaron la atención, hasta que un buen samaritano me suministró un número de teléfono donde debía llamar para que se lo llevaran, y efectivamente ni cortos ni perezosos vinieron y se lo llevaron.

Y ¿Por qué coño los Comités de Defensa no se ocupan de -en lugar de pasarse la vida chivateando y vigilando- limpiar al país de punta a punta? Los muy degenerados.

A veces me parece que si limpiamos aquello van a extrañar la inmundicia, de la misma manera que existen en Miami recién llegados que extrañan la carne rusa. Si siguen llegando ahorita me parece ver escombros en la calle 8.

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RAÚL, EL COMANDANTE BUENO.
 
Por Esteban Fernandez
 
Raúl Díaz Torres desembarca en Cuba en el Granma, se dispara la campaña completa en La Plata junto a Fidel Castro. Durante los primeros días de 1959 llega a Güines, su pueblo natal. Las masas lo reciben como si fuera un gladiador romano. La barba le llegaba a la cintura, su uniforme verde olivo era casi un harapo. Si usted lee mis ensayos con la suficiente atención, ya debe saber bien que yo era alérgico a los “cantos de sirena” del Ejército Rebelde. Sin embargo, ya para junio del año 59 este comandante me agradaba sobre manera. Ya estaba a un tilín de convertirse en mi solitario héroe dentro de los barbudos.

Amigos comunes iban a abrazarlo, a saludarlo, y él los recibía con muestras de afecto y humildad, pero cuando alguien lo visitaba dando señales de admiración, lo paraba en seco. Y si lo felicitaban, recibían una descarga de su parte. Mi vecino Juanito Domínguez, padre de mi amiga Raquel Ana Bezanilla, me dijo: "Fui a saludar a Raúl y me dijo: Esto va a ser peor que lo de Batista".

La gente se quedaba fría cuando él contestaba sorpresivamente a los halagos diciendo: “¿Por qué me felicitan? Yo solamente hice lo mismo que Fidel, NADA”. Era inaudito que en aquel momento “un aguerrido combatiente”, un expedicionario del Yate Granma, dijera públicamente que “Yo hice muy poco desde que me di cuenta que Fidel Castro se pasó la mayoría del tiempo acostado en una hamaca, fumando tabacos H. Upmann y leyendo libros”...

Y aquí utilizo palabras textuales del Comandante Raúl Díaz Torres cuando se le acercaban sus simpatizantes y los de la revolución: “¡Ahora si que nos cayó carcoma, esto es una basura, Fidel no es solamente comunista, sino que es tremendo hijo de perra!”

(Comandante Raúl Díaz Torres )

Mis coterráneos llegaban al parque después de haberse entrevistado con Raúl y venían azorados, pálidos, y "con el rabo entre las piernas". Un amigo me dijo: “Tienes que conversar con este hombre, si fueras a la cárcel a hablar con el General Eulogio Cantillo, estoy seguro que hubieras recibido una opinión más favorable de Fidel Castro que la que tiene Raúl Díaz”...

En Güines, todos los Viernes Santos se hacía públicamente la "Escenificación de la Vida y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo". Era algo bello y apoteósico. Media Cuba desfilaba por nuestro pueblo. De La Habana venía personal de la CMQ a maquillarnos y a cooperar para hacer nuestra obra más real (y me incluyo, porque yo actuaba como un miembro del “Tribunal de Caifás”).

He aquí un hecho histórico, desconocido por la mayoría de los cubanos, que tuvo lugar el Viernes Santo de 1961: De pronto los fidelistas comenzaron a tirotear al pueblo presente en la Escenificación, todo el mundo corría despavoridamente, y en ese instante surge la figura erguida del Comandante Raúl Díaz Torres, y delante de todos los presentes, se arrancó de sus hombros las estrellas de comandante y las tiró al piso, mientras gritaba: “¡Yo no desembarqué en el Granma, ni estuve en la Sierra para esta mierda!” Y ese preciso día el Comandante Díaz se consagró ante mi vista.

Acto seguido, mediante el patriota güinero Renán Llanes Ravelo, se ocupó de hacerle llegar armas y pertrechos de guerra a los alzados en El Escambray bajo las órdenes de Tomasito San Gil.

Creo innecesario decir que Raúl terminó siendo un exiliado político más y murió siendo un activo anticastrista. Es una verdadera lástima que todo el que fue adoctrinado, creyendo en "la epopeya gloriosa del Comandante en Jefe en lo más alto del Pico Turquino", no pudo hablar con Raúl Díaz Torres y enterarse que todo no fue mas que la creación de un mito, una pantomima, y que el tirano en ciernes vivió en la loma “mejor que Carmelina”.